El mundo no es una serie de sucesos concretos, simples, claros y fáciles de describir; es un lugar confuso, lleno de sistemas, instituciones, fenómenos y problemas complicados y en ocasiones horriblemente técnicos, y dar una explicación sobre qué demonios pasa a veces es cualquier cosa menos sencillo.
Desde tiempos remotos se configuraron rituales que han llegado hasta nuestros días y continúan ejercitándose. Uno de los enclaves en que podremos contemplarles, y participar si así fuese nuestro deseo, es en el pueblo gaditano de Benamahoma, sita en el municipio de Grazalema.
Benamahoma es un pueblo de la Sierra gaditana, de muy antiguo cuño, lleva a mucho honor el dulce nombre del profeta, en la actualidad es una pedanía de Grazalema. Es ella, por sí sola, la perla de la Sierra, un paraíso natural de luz y agua.
En su principal fiesta (Luchas de Moros y Cristianos), encontramos distintas claves y es preciso saber leer y ver entre líneas para arañar su precioso contenido. Con la cristianización a fuego, sangre y espada muchas de sus costumbres ancestrales se soterraron aunque aún siguen muy vigentes.
La fiesta mayor del pueblo en honor a San Antonio de Padua, congrega a miles de personas venidas de todas partes de Cádiz, especialmente de ese Cádiz rural, pueblerino, de aldea perdida, aún aislada en muchos sentidos, de esa que podemos denominar el Cádiz profundo.
Es una celebración que comenzó en el siglo XVI, se trata de rescatar al santo patrón del pueblo de las manos de “los moros”, en realidad es la eterna contienda entre el Bien y del mal llamado “Mal”. La pugna de los espermatozoides en su camino para alcanzar el óvulo y fecundar la “vida”. Llegar en su peculiar y simbólica lucha a las aguas del nacimiento (manantial), es su primordial sentido.
En la vida humana los signos y los símbolos ocupan un lugar importante. En efecto, el hombre, siendo a la vez corporal y espiritual, percibe y expresa las realidades espirituales a través de los signos y símbolos, y se comunica con los demás mediante palabras, gestos y acciones. También, cuando el hombre se relaciona con Dios, lo hace a través de signos, gestos…
Al entender del subconsciente de los “benamahometanos”, la primera forma es el manantial, el agua fresca que brota de las entrañas de la tierra. El manantial es origen, principio, con su pureza todavía no enturbiada ni alterada. Así, aparece como verdadero elemento creador, también como símbolo de la fertilidad, de la maternidad. En su manantial, lugar en donde se da el triunfo del bien sobre el mal (rendición de los moros a los cristianos), la visión del agua como elemento creador de la Vida nos remite a esa bolsa uterina en la que fuimos gestados durante nueve meses.
En todas las civilizaciones y culturas se identifica al agua con el principio de la vida, mediante el cual puede purificar, tanto el cuerpo como el alma. Se le atribuyen caracteres femeninos, pasivos y fecundantes (de hecho la mujer da la vida desde el «agua», el líquido amniótico del útero).
En casi todas las religiones y culturas, el agua posee un doble significado: es fuente de vida y medio de purificación, Benamahoma no es una excepción.
El rito de la inmersión expresa la abolición de la historia porque en el agua todo se “disuelve”; toda “forma” se descompone; toda “historia” es abolida… Desapareciendo toda forma y eliminando toda historia, las aguas poseen esta virtud de purificación, de regeneración y de renacimiento.
En Benamahoma, el simbolismo de agua se leerá como participación, a través del movimiento de inmersión-emersión, se fecunda.
Para los “benamahometanos” o “huerteros”, los santos son, en cierta forma, los mediadores entre dios y los hombres. Invocarlos para pedir que intercedan por ellos ante el Señor es un acto de devoción que recibirá segura respuesta.
Desde hace cientos de años en la localidad de Benamahoma, como igualmente en toda la Sierra, San Antonio de Padua ha sido el aliado directo de los enamorados. Es el protector de los que se aman por excelencia. Por su oficio en el plano de los sentimientos, se hizo muy popular y es nombrado en numerosas canciones y refranes que hablan de amor.
Los pedidos a San Antonio en los pueblos serranos, son de aquellos rituales sencillos, comunes y frecuentemente usados para resolver pequeños problemas de índole sentimental o amorosa. Se les considera altamente efectivos en cuanto a unir parejas desavenidas o relaciones rotas por culpa de terceros. Se le denomina «pedidos» porque lo que se realiza es precisamente un pedido de ayuda a San Antonio de Padua, santo cristiano de los enamorados.
Por ejemplo y en caso de una relación ya formada: “Se toman un par de alianzas sin uso y se atan con una cinta blanca junto con una ramita de romero. Una vez así preparadas se ahueca una naranja, se colocan dentro las alianzas y se cierra de nuevo la naranja, sujetándola con una cinta blanca. Un día viernes se enciende una vela blanca, se coloca en el altar y se recita la siguiente invocación.
San Antonio, San Antonio, quiero casarme con (nombre)
Que esta unión se realice pronto, por la fuerza del romero.
San Antonio, San Antonio, tu sabes que yo lo/a quiero.
Concédeme ya este deseo”.